Notas de Interés

Farmacia Central Merlo

Actuar para contrarrestar al estrés

 Crisis nerviosas en situaciones límite, que involucran desafíos inesperados o una presión muy grande, pueden ocurrirle a cualquier persona. Algunas tienen causas pasajeras que nunca más se repiten: un estudiante que se prepara intensamente para las pruebas finales empieza a sufrir temblores, sudor frío, no duerme de noche y, lo peor, pierde su capacidad para estudiar. Un ejecutivo en un cargo que supera su preparación no hace caso de las señales de su organismo en alerta, hasta que un día sus piernas no lo sostienen, su corazón galopa y siente que se va a morir frente a sus colegas. Ante la cesantía de su marido, una mujer, hasta entonces muy fuerte, entra en crisis de depresión, pierde el interés por todo y ni siquiera tiene ánimo para salir de la cama en la mañana.  
Si bien algunas personas sufren colapsos nerviosos devastadores y crisis de pánico, el estrés es un problema mucho más común de lo que se cree. Como la corriente eléctrica que pasa por el fusible, las crisis no son un mal en sí, ni una enfermedad, ni una invención del mundo moderno. Al contrario, forman parte de uno de los más antiguos mecanismos de supervivencia de la especie. La tristeza, el miedo o la ansiedad son estados emocionales necesarios. Imagínese un ser humano de la época en que la especie todavía habitaba las cavernas. Si su cuerpo no hubiese tenido la capacidad de experimentar reacciones orgánicas violentas e instantáneas, el hombre no habría podido escapar de amenazas terribles, como la persecución de un gran carnívoro.  
Frente a una exigencia física o psicológica, el cerebro ordena la inmediata liberación de adrenalina en cantidades por encima de lo normal. La propia química cerebral se altera. Cambia la concentración de serotonina, dopamina y noradrenalina. El pensamiento se agiliza. Los reflejos se agudizan. La atención y la concentración aumentan, las acciones se vuelven más rápidas y asertivas. Y esas reacciones se procesan en los estratos más primitivos del cerebro. Son, por lo tanto, instintivas, animales. “No tener estrés es estar muerto”, afirma el doctor Paul Rosch, presidente del American Institute of Stress.   El problema surge cuando el estrés es permanente, crónico e intenso. Una tensión prolongada e insoportable no da posibilidades al organismo de recuperar la tranquilidad. Traspasada la frontera de vulnerabilidad biológica, que varía de persona a persona, el funcionamiento del sistema límbico se altera y se produce una reacción en cadena. Hormonas y sustancias químicas circulan descontroladamente y en cantidades anormales por la sangre. El exceso de jugo gástrico llega a provocar úlceras y gastritis. Carente de irrigación sanguínea superficial, la piel se vuelve susceptible a eczemas y otros problemas.  
El bueno y el malo
Las personas generalmente asocian al estrés con situaciones desagradables. Sin embargo, cualquier cambio en la rutina de vida, sea negativo o positivo, puede generarlo. El nacimiento de un hijo, la sobre-exigencia en el estudio, la pérdida de un empleo y la incertidumbre ante el futuro son situaciones que exponen al ser humano a tensión. El problema no reside en el tamaño del desafío que se tiene por delante, sino en los recursos físicos y psicológicos de que se dispone para enfrentarlos. En primer lugar, las tensiones y los sentimientos negativos provienen de ideas también negativas que afectan a todo un entorno, un grupo social, un país enfermo. En ese caso habrá que ayudar a los pacientes y familiares estresados a limpiar su mente y a albergar buenos pensamientos.  
Existen varias pautas simples pero poderosas para hacerlo. Vivir el momento es probablemente uno de los consejos más antiguos y sabios para lograr una mejor calidad de vida. Pero muy pocas personas parecen ponerlo en práctica, y fijan su mente en el pasado o el futuro, principalmente lamentándose por lo que se ha ido y preocupándose por lo que vendrá.  
En segundo lugar, deben evitarse los altibajos de ánimo. Que los niveles de felicidad suban o bajen según las circunstancias. Durante décadas se ha venido observando en los argentinos una tendencia a la ciclotimia. En realidad, son los pensamientos negativos, más que las circunstancias, los que desencadenan estos cambios. Aprender a mirar la realidad en perspectiva y con un sentido de la historia ayuda a relativizar las circunstancias, sin bajar la guardia ni volverse tolerante y complaciente ante abusos e injusticias.  
El estrés es un sistema de alarma que está sonando, avisando que se está pensando de manera disfuncional y que es tiempo de hacer ajustes. Pero, por sobre todo, el estrés puede volverse en un impulso positivo que permita salir del encierro de la depresión, en particular si es para ocuparse del problema ajeno.   El compromiso, sea del tipo que fuere y según los carismas de cada persona, es el primer paso para liberar la mente de sus tensiones.
Países en situaciones críticas, como el Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial, han logrado sobrevivir al trauma y mantenerse sanos de espíritu, con una mística en común y metas claras.   Por otra parte, negar, dar la espalda a los problemas, sólo sirve para enterrar al estrés en el fondo del subconsciente, pero luego aquél aflora en la forma de diversas patologías. En cambio, dar pequeños pasos, ir logrando metas precisas, alcanzables y evaluables, salir de sí para unirse con otros es una forma de sanar el propio espíritu, el de la familia y de allí, el de la sociedad.  
Una fuerte crisis moral, económica y política, a la que se añade la incertidumbre ante el futuro, hacen que el estrés se convierta en un estado permanente, crónico e intenso, que puede desembocar en desórdenes de todo tipo, incluso dermatológicos.
Fuente Revista Andrómaco en la Piel